En busca del gaviotín peruano: Invisible e Invencible
This story is available in English here.
En la costa del Pacífico peruano, donde el desierto se encuentra con el mar, vive una de las aves menos estudiadas y en mayor riesgo: el gaviotín peruano (Sternula lorata), también conocido como el gaviotín chico. Este gaviotín es casi invisible en su hábitat nativo -que se parece más a un paisaje lunar que a cualquier cosa que uno esperaría encontrar en la Tierra-. Su camuflaje en el desierto hace casi imposible que los científicos lo rastreen, pero eso es exactamente lo que nuestro equipo se propuso hacer. Nos tomaría cuatro meses inspeccionar más de 749 hectáreas, luchando contra tormentas de arena, un calor sofocante y paisajes imposibles dentro de la Reserva Nacional de Paracas, un terreno que el gaviotín peruano ha dominado.
El gaviotín peruano es parte de un pequeño grupo de gaviotines (Sternula) que son delgados, de picos largos y patas cortas. Tienen plumas blancas con "capuchas" negras que parecen máscaras y ponen sus huevos en depresiones sutiles, en el suelo raso. Se encuentran en la Reserva Nacional de Paracas, el área marina protegida más antigua de Perú, donde los datos sugieren que ya anidaban desde 1920. Cien años después, la Reserva atesora la colonia reproductiva más grande del país.
A pesar de habitar esta reserva por un siglo, el gaviotín peruano se encuentra actualmente en vías de extinción y la población de gaviotines de Paracas no es una excepción. Según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN (la unión internacional de conservación de la naturaleza, por sus siglas en inglés), las poblaciones de gaviotín peruano están disminuyendo. Un censo de gaviotines realizado en 2018 en Paracas, fuera de la temporada reproductiva, estimó menos individuos que en años anteriores, y la última encuesta de la población nidificante de la Reserva se realizó hace casi una década. Es por ello que nuestro equipo quería saber cuántos gaviotines anidan todavía en la Reserva y qué amenazas enfrentan. Localizarlos sería la parte más difícil.
La Reserva Nacional de Paracas alberga una gran cantidad de especies de todos los tamaños, desde leones marinos y caballitos de mar hasta zorros y geckos siendo las aves marinas muy comunes; muchas son residentes y muchas más son migrantes. La vida silvestre prospera en la zona intermareal — la zona donde el Océano Pacífico se encuentra con la costa — pero, en la tierra, la historia es otra. El paisaje extremadamente seco hace que en este hábitat sea casi imposible vivir. “Paracas” significa “lluvia de arena” en quechua, la lengua nativa andina, y cuando “llueve”, llueve a cántaros. Durante la temporada de tormentas de arena, vientos sostenidos de hasta 100 kph (62 mph) desenrollan una espesa cortina de arena. Este ambiente extremo no es acogedor para los humanos, pero es un oasis para el gaviotín peruano.
Entonces, ¿cómo ha prosperado el gaviotín en este entorno tan duro? Siendo invisible. Aunque todavía estamos aprendiendo sobre esta especie (solo hay cuatro estudios sobre poblaciones peruanas), sabemos una cosa: son maestros del camuflaje. Cuando sopla el viento, los gaviotines se agachan cerca del suelo para desaparecer. Construyen nidos que son casi imposibles de detectar a simple vista y los adornan con pequeñas piedras, conchas y huesos. Estas señales visuales ayudan a las aves a ubicar sus nidos en el paisaje homogéneo. Son maestros del disfraz. Incluso sus huevos y polluelos tienen el mismo patrón de color que el suelo. Es como si los gaviotines vistieran capas de invisibilidad.
Para encontrarlos necesitaríamos ayuda. Entonces, nuestro equipo del Instituto de Biología de la Conservación del Smithsonian estableció una colaboración con una empresa privada, el Terminal Portuario Paracas (TPP). TPP lidera la expansión del Terminal Portuario General San Martín, un puerto en Perú para la importación y exportación de mercancías. La carretera al puerto es también el único camino que conduce a un área donde históricamente ha anidado el gaviotín peruano. La carretera asfaltada y transitada se construyó en la década del 1950, antes de que existiera la Reserva Nacional de Paracas.
No sabemos si el aumento de la actividad del puerto afectará a los gaviotines, pero sabemos que las aves aún viven en la zona. En octubre de 2019, vimos y escuchamos a algunos de ellos durante un escaneo rápido desde la carretera. Pasaron dos meses antes de que pudiéramos regresar para nuestra encuesta. Con la temporada de tormentas de arena oficialmente terminada, establecimos nuestro campamento base en El Chaco, la última área urbana antes de los paisajes desérticos de la Reserva. Nuestro objetivo era cubrir 749 hectáreas en solo cuatro meses, antes de que terminara la temporada reproductiva. Estudiaríamos los patrones de vuelo del gaviotín y peinaríamos el área en busca de nidos.
A las 6 a.m. del 2 de diciembre del 2019, muy cerca del inicio del verano, nos dirigimos hacia el desierto ya caluroso. Una hora más tarde, estábamos en medio de la nada sintiéndonos más en la Luna que en la Tierra. El terreno cambió abruptamente de hondonadas a colinas, con extrañas esculturas que se asemejaban a masas de hojaldre gigantes.
Entre las dunas y colinas del lado norte del parque se encuentra la bahía de Cequión, el terreno plano más grande en esta parte de la Reserva. Nos tomó seis horas encontrar el primer nido activo. Los ojos entrenados y la determinación nos ayudaron a detectar la sutil depresión circular en el suelo. Adentro había dos huevos diminutos, cada uno con una coloración manchada similar a la del terreno.
Nuestro siguiente desafío fue instalar grabadores de sonido y cámaras trampa. Desplegamos nuestros grabadores a lo largo de la carretera, a distancias cada vez mayores de la carretera y cerca de nidos activos. La vida útil de cada grabador fue de aproximadamente de 12 días. Se programaron para grabar un minuto de sonido cada 10 minutos hasta que se agotaran las baterías. Nuestras cámaras trampa estaban camufladas bajo arena y gravilla. Los colocamos a unos 3 metros de los nidos ubicados cerca de la carretera, para capturar imágenes tanto de los gaviotines adultos como del tráfico. Las cámaras estaban configuradas para tomar una foto cada 5 segundos hasta que se agotaran las baterías.
Puede ser difícil imaginar la dimensión de nuestro esfuerzo de trabajo, así que comparémoslo con algo con lo que la mayoría de la gente está familiarizada: el fútbol.
- Entre diciembre del 2019 y marzo del 2020, inspeccionamos el equivalente a 1050 campos de fútbol en busca de nidos.
- Analizamos 40,000 grabaciones sonoras de 1 minuto, el equivalente a grabar el sonido de 444 partidos de fútbol.
- Analizamos 500,000 imágenes de las cámaras trampa, que es aproximadamente la cantidad de fotos que un fotógrafo profesional capturaría cubriendo 143 de los juegos de fútbol más increíbles.
Este enorme esfuerzo valió la pena. Sospechamos que, después de setenta años, los gaviotines peruanos han aprendido a lidiar con el camino que interrumpió y probablemente fragmentó su hábitat. Identificamos 20 nidos activos y 26 actividades pasadas, incluidas dos áreas de anidación nuevas, adyacentes a la carretera y no reportadas previamente. El ruido puede tener un gran impacto en las poblaciones de aves, por lo que es alentador para su conservación el hecho de que algunos gaviotines aún aniden cerca de la carretera. Esto nos dice que son resilientes y adaptables.
Los grabadores de sonido y las cámaras contaron historias similares. Las imágenes mostraron gaviotines adultos impávidos ante el tráfico. Los sonidos cerca de la carretera eran ruidosos y cubrían un amplio espectro de sonido, pero a unos 200 metros (656 pies) de distancia, el ruido de la carretera era casi indetectable. La mayoría de los nidos que encontramos estaban ubicados lejos de la carretera, donde nuestros grabadores de sonido solo detectaban los cantos matutinos de las aves.
Cuando comenzamos nuestro estudio, nos preguntamos qué podría amenazar a esta pequeña ave que parece un Batman con su "máscara" de plumas negras y que ha evolucionado para sobrevivir a los depredadores del desierto y a las tormentas de arena por igual. La evaluación de esta área tan grande nos dio información inesperada que retrata un escenario complejo para su conservación. Dentro de la Reserva encontramos mucha basura, huellas de perros y trochas no-oficiales de vehículos. La basura contamina el hábitat de anidación del gaviotín, pero las huellas de perros y las trochas no-oficiales son otra historia. Los animales domésticos son depredadores de la vida silvestre y podrían ser una amenaza para el gaviotín.
Las trochas nooficiales fueron el descubrimiento más inesperado y preocupante. Su existencia es casi imperceptible, pero este paisaje tiene memoria (especialmente buena para las trochas hechas por los vehículos). No importa qué tan fuerte sople el viento, estas trochas aún son visibles. Hicimos un mapa de cada una y vimos una maraña de caminos ilegales existentes que atravesaban el área de anidación del gaviotín, y detectamos dos nuevos caminos durante nuestro estudio. Con pocas carreteras pavimentadas, es tentador para los visitantes del parque tomar atajos antiguos o hacer nuevos. Los gaviotines no pueden evitar los efectos destructivos de los visitantes que buscan playas escondidas o vistas exclusivas del atardecer, o de los pescadores locales dedicados a la pesca diaria.
A principios de septiembre de 2020, después de terminar de analizar meses de datos, expusimos ante las autoridades ambientales peruanas para contar la historia, basada en la evidencia, del gaviotín peruano, y así compartir nuestros hallazgos y hacer recomendaciones para su conservación a largo plazo. Nuestra investigación hizo visible al gaviotín peruano. Perú y Chile se encuentran uniendo esfuerzos para recuperar las poblaciones reducidas del gaviotín. Con nuestros datos y lecciones aprendidas, estamos desarrollando un ambicioso programa de monitoreo integrado para evitar que el gaviotín peruano se extinga. Mientras trabajamos en este plan de rescate, recuerdo la misión del Smithsonian National Zoo y Conservation Biology Institute: Salvamos especies. Eso hacemos. Y para hacer esto debemos intentar ser como el gaviotín peruano: invencibles.