Cuando se trata de pesticidas, las aves son presa fácil

A fig tree

La palabra pesticida es un término que abarca todos los químicos que matan o controlan aquello que los humanos han clasificado como plaga o peste. Dichos químicos pueden agruparse de acuerdo al organismo al que estén dirigidos, tales como los insecticidas (contra insectos), los herbicidas (contra las malezas), los fungicidas (contra los hongos) o los rodenticidas (contra los roedores). La mayoría de los compuestos pesticidas empleados hoy en día son sintéticos; es decir, son mezclas producidas en labora-torios. Uno de los daños inherentes al uso de venenos sintéticos es que una vez liberados en el entorno pueden afectar a otras víctimas y tener efectos imprevistos.

En una escala global, anualmente se emplean más de 5 mil millones de libras de pesticidas convencionales con fines agrícolas, forestales, de manejo territorial y para el control de enfermedades, así como en hogares, pastos, jardines, campos de golf y en otra serie de propiedades privadas. Un 20% de este volumen total, equivalente a 1200 millones de libras, se utilizan sólo en los Estados Unidos. ¿Qué implica para la salud del medio ambiente este remojo masivo de la tierra con químicos? Algunas respuestas nos las ofrecen las aves.

La disminución de poblaciones de aves y la alta mortalidad indican que la salud ambiental y, por consiguiente, la de los organismos que dependen de ella, sufren a causa del predominio del uso de los pesticidas. Desde la disminución de las aves cantoras a comienzos de los años cuarenta, los descensos poblacionales de los halcones peregrinos (Falco peregrinus), las águilas pescadoras (Pandion haliaetus) y de otras aves rapaces, detectados por primera vez en los años sesenta, hasta las muertes más recientes de más deun 5% de la población mundial de gavilánes de Swainson (Buteo swainsoni) durante el invierno de 1995, las aves han sido víctimas involuntarias de la contaminación causada por los pesticidas.

El legado de "La primavera silenciosa"

En 1962, la aclamada obra de Rachel Carson, "La primavera silenciosa", atrajo la atención internacional hacia la contaminación ambiental producida por los pesticidas, especialmente por el insecticida DDT. Carson citó como una pieza clave de evidencia las disminuciones en las cifras de aves debido al envenenamiento.

Seis años más tarde apareció documentación sobre un efecto más engañoso del uso de pesticidas. La acumulación de DDE, un compuesto producido al degradarse el DDT, estaba causando problemas reproductivos en varias especies de aves rapaces incluidos los halcones peregrinos, los pelícanos pardos (Pelecanus occidentalis) y las águilas pescadoras. El DDE no sólo era tóxico para los embriones, sino que causaba que los huevos tuvieran la cáscara anormalmente delgada. Las cáscaras eran tan frágiles que los huevos se quebraban durante la incubación por el peso del ave adulta.

El DDT pertenece a una clase de insec-ticidas conocida como organoclorados, que también incluye, entre otros, el dicofol, el dieldrín, el endrín, el heptacloro, el clordano, el lindano y el metoxicloro. Algunos de estos ingredientes de los pesticidas, como el dieldrín y el heptacloro son venenosos en cantidades mínimas. Sin embargo, las características más peligrosas de los organoclorados son su persistencia –es decir, su tendencia a per-manecer químicamente activos por largo tiempo– y su solubilidad en las grasas, lo que significa que se almacenan en los tejidos grasos de organismos y con el tiempo pueden acumularse. Por estas dos características, los niveles de contaminación se concentran mucho más a cada paso ascendido en la cadena alimenticia un proceso conocido como biomagnificación. Por ejemplo, cuando las águilas pescadoras se alimentan repetidamente de pescado contaminado con DDT, en su cuerpo se almacenan mayores cantidades de pesticidas. La biomagnificación explica por qué las aves rapaces, estando en la cima de la cadena alimenticia, son las más seriamente afectadas por los pesti-cidas organoclorados.

En parte, gracias al fervor generado por el libro de Carson y, en parte, debido a un estudio conducido por los Institutos Nacionales de Salud en que se encontró DDT o sus derivados en el 100% de los tejidos humanos examinados, en los Estados Unidos se prohibió, a principio de los años setenta, el uso del DDT y de la mayoría de los demás organoclorados. Desde entonces, algunas de las especies de aves más afectadas se han recuperado lentamente. Sin embargo, el destino de algunas de las poblaciones de halcones peregrinos sigue siendo incierto ya que el DDT, sus derivados y otros organoclorados aún se encuentran presentes en el ambiente.

Si el uso de DDT fue prohibido a principios de los años setenta, ¿por qué persiste el problema hoy en día? Una de las razones es que los Estados Unidos continúan exportando DDT así como otros pesticidas peligrosos para la salud ambiental y humana. Los países latino-americanos, destino invernal de muchas aves migratorias que se reproducen en los Estados Unidos y el Canadá (incluidos muchos halcones peregrinos), también son el destino de muchos de estos pesticidas exportados.

Nuevos pesticidas, nuevos problemas

Debido a la prohibición del DDT y a las severas restricciones impuestas a los organoclorados, hoy en día lo que predomina es un arsenal de nuevos pesticidas. En la actualidad, los compuestos de organofosforados y carbámicos son dos de las clases de ingredientes activos más comunes hallados en los productos pesticidas. Aunque los compuestos organofosforados y de carbámicos no sean tan persistentes como los organoclorados, son mucho más tóxicos, lo que significa que incluso en cantidades mínimas pueden causar el envenenamiento severo.

Se estima que de la cifra aproximada de 672 millones de aves expuestas anualmente a pesticidas en las tierras agrícolas de los Estados Unidos, un 10% muere, lo que equivale a 67 millones. Esta noh2 cifra constituye un estimado prudente en el que se tienen en cuenta solamente las aves que habitan en las tierras agrícolas y sólo las aves muertas exclusivamente por ingestión de pesticidas. La extensión total de fatalidades entre las aves causadas por pesticidas es sumamente difícil de determinar pues la mayoría de muertes pasa inadvertida.

Sin embargo, se han documentado cifras enormes de aves muertas. Por ejemplo, en 1995, el pesticida monocrotofós, empleado para acabar con los saltamontes en la Argentina causó la muerte de 20 mil gavilánes de Swainson. Gracias a los esfuerzos del American Bird Conservancy y de otras organizaciones, Novartis (anteriormente Ciba-Geigy), uno de los prin-cipales productores de monocrotofós, recientemente acordó acabar con la producción y venta de este pesticida.

Más de 150 incidentes que han involucrado la muerte hasta de 700 aves le han sido atribuidos al diazinón, un insecticida organofosforado usado por lo regular para el cuidado de céspedes. En 1990, el diazinón fue clasificado como un ingrediente de uso restringido y prohibido en los campos de golf y el pasto para jardines, lo que constituyó la primera ocasión en que se tomó alguna medida legislativa en nombre de las aves específicamente. Sin embargo, en la mayoría de los estados aún se puede adquirir en los mostradores con el fin de usarse en el césped para jardines residenciales y parques. De manera que, a pesar de la condición de uso restringido, en los Estados Unidos se emplean anualmente casi 10 millones de libras de diazinón, principalmente por propietarios de residencias. Los continuos informes sobre fatalidades entre las aves, así como la evidencia adicional concerniente a la extrema toxicidad del diazinón y de su metabolismo para los animales acuáticos invertebrados y los mamíferos ha dado lugar a que el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de los Estados Unidos (US Fish and Wildlife Service) y un consorcio de organizaciones ambientalistas encabezadas por el Rachel Carson Council acudieran a la Agencia para la Protección Ambiental (Environmental Protection Agency– EPA) para que se restrinjan aún más los usos del diazinón.

En 1989 la EPA reportó que el carbofurán estaba estimado como causante de la muerte de 1-2 millones de aves anualmente en los Estados Unidos. Este pesticida carbámico, fue creado a mediados de los años sesenta, pero sólo a partir de 1994 le fueron impuestas reglamentaciones al productor, la Corporación FMC. En la actualidad, este pesticida en forma granulada está prohibido para la mayoría de usos debido a la generalizada muerte de aves. Sin embargo, en los Estados Unidos se siguen utilizando anualmente en forma líquida unos 2 millones de libras.

Hasta ahora, en los pesticidas se han encontrado casi 40 ingredientes activos letales para las aves, incluso al utilizarse según las instrucciones en el rótulo. Solamente una cuarta parte de estos ingredientes ha sido prohibida en los Estados Unidos y la mayoría sigue utilizándose en otros países. Entre los ingredientes activos que se han demostrado más letales para las aves se incluyen: diazinón, forato, carbofurán, monocrotofós, isofenfós, clorpirifós, aldicarb, azinfósmetílico y paratión.

Rutas de exposición y efectos directos

La ingestión es probablemente la manera más corriente en que las aves están expuestas a los pesticidas. Ellas pueden tragarse el pesticida directamente, por ejemplo al confundir un gránulo de pesticida por una semilla, o indirectamente, al consumir presas contaminadas. Las aves también pueden ingerir residuos de pesticidas al arreglarse las plumas con el pico o pueden beber o bañarse en agua contaminada. Cuando los pesticidas son aplicados aéreamente, pueden ser inhalados o absorbidos por la piel.

El que un ave sea afectada o no, a causa de la exposición a los pesticidas depende de una serie de factores, incluidos la toxicidad de los químicos, la magnitud y duraci ón de la exposición y la recurrencia de la exposición. Los efectos perjudiciales potenciales abarcan desde la muerte inminente debida al envenenamiento agudo hasta una diversidad de efectos denominados "subletales" incluidos los siguientes: debilitamiento de la cáscara de los huevos; deformación de los embriones; tasas de crecimiento más lentas de los polluelos; reducción de la atención brindada por las aves adultas a los polluelos; reducción de la defensa territorial; falta de apetito y pérdida de peso; comportamiento aletargado (manifestado en términos de un menor tiempo dedicado a comer, volar y cantar); inhibición de las reacciones del sistema inmunológico; mayor vulnerabilidad a la depredación; interferencia con la regulación de la temperatura del cuerpo; perturbación del funcionamiento hormonal normal; e incapacidad de orientarse en la dirección adecuada para la emigración. Cada uno de estos efectos subletales puede, en últimas, reducir las poblaciones con tal eficacia como la muerte inminente, dado que reducen las posibilidades de supervivencia de las aves o de reproducción exitosa, o de ambas.

Efectos indirectos

Los pesticidas también pueden afectar a las aves indirectamente, ya sea mediante la reducción de la cantidad de alimento disponible o la alteración del hábitat. Las aves que consumen insectos se encuentran literalmente perdidas cuando los insecticidas causan una caída en la cifra de insectos disponibles, especialmente cuando tienen polluelos que alimentar. La temporada de reproducción de muchas aves ha evolucionado hasta coincidir con la máxima abundancia de insectos. Desafortunadamente para ellas, la máxima abundancia de insectos también significa el máximo uso de insecticidas.

Los herbicidas también pueden dar lugar a la disminución de poblaciones de insectos disponibles al eliminar las malezas en que viven los insectos –una cadena de eventos responsable de las vertiginosas disminuciones de una especie de faisán (Perdix perdix) en el Reino Unido. Las fuentes de alimentos de las aves que consumen semillas de malezas también pueden ser reducidas por los herbicidas. En Gran Bretaña, una especie consumidora de semillas (Carduelis cannabina) ha dejado de ser un ave corriente en las tierras agrícolas para convertirse en un ave extremadamente rara, debido a este tipo de efecto indirecto de los herbicidas.

Otra de las maneras en que los herbicidas pueden afectar a las aves es reduciendo la cantidad de cobertura de las plantas, disponible para evitar la presencia de depredadores y ocultar los nidos. Por ejemplo, los herbicidas han sido utilizados extensivamente en los estados del oeste de los Estados Unidos con el fin de transformar el hábitat de vegetación originaria de arbustos en tierras para el pastoreo. Esta pérdida ha causado descensos entre los gorriónes de Brewer (Spizella breweri), que requieren de la cobertura ofrecida por las plantas para anidar.

Las aves migratorias neotropicales

Las aves que se reproducen en los Estados Unidos y el Canadá y que inviernan en Latinoamérica y el Caribe están potencialmente expuestas a más pesticidas que las aves residentes, dadas las grandes distancias que cubren en su viaje. Aunque los procesos de regulación para la protección del medio ambiente y la salud humana en los Estados Unidos no sean ejemplares, las condiciones en la mayoría de los países latinoamericanos son, por lo regular, peores ya que existen pocos reglamentos que prohiban o rijan la venta y el uso de pesticidas. Por consiguiente, las aves residentes y las aves que inviernan en estos países, por no decir nada de las personas que viven allí, tienen una probabilidad mucho mayor de exposición a pesticidas perjudiciales.

La contaminación causada por pesticidas con frecuencia se cita como uno de los factores responsables de la disminución de algunas aves migratorias neotropicales. Sin embargo, existe muy poca evidencia concreta que respalde esta afirmación. Esta falta de evidencia no significa necesariamente que los pesticidas no estén contribuyendo a dicha disminución. En cambio, es más probable que sirva de testimonio a la dificultad de detectar el papel que juegan los pesticidas en la muerte o en los problemas reproductivos.

Se ha demostrado que la exposición al acefato, un organofosorado, puede interferir con la capacidad de un ave adulta para orientarse en la dirección adecuada para emigrar. Quién sabe en realidad cuantos vagabundos (aves vistas a gran distancia de la zona normal para su especie) vistos fuera de curso cada año hayan sido desorientadas por los pesticidas o, cuántas aves migratorias no lleguen a su destino por la misma razón.

Cuando se utilizan las reservas de grasa con gran rapidez, como ocurre durante la migración, suficientes pesticidas organoclorados acumulados pueden liberarse en el cuerpo hasta causar la muerte. Quién sabe realmente cuál sea la proporción de aves que muere durante la migración víctima del envenenamiento por pesticidas.

La misma pregunta puede plantearse con relación a las cifras de aves más jóvenes que no sobrevive cada año. ¿Cuántas de ellas estaban en nidos que fueron fumigados con pesticidas, o consumieron alimentos contaminados, o no recibieron suficiente alimento porque los pesticidas redujeron la cantidad de insectos disponibles?

Por lo regular es difícil, si no imposible, diferenciar los múltiples factores que hacen cada vez más difícil la vida de las aves migratorias y determinar la incidencia relativa de cada factor en la disminución poblacional. De manera similar, el papel desempeñado por los pesticidas continúa sin ser explicado. Sin embargo, es apenas lógico que, a medida que la cantidad de hábitat silvestre continúe disminuyendo y la calidad del que sobrevive adquiera una mayor importancia, cualquier cosa que comprometa dicha calidad podría constituir la proverbial gota que reboce la copa.

Lecciones ofrecidas por las aves y las abejas

A medida que aumenta la evidencia relativa a los vínculos entre la exposición a los pesticidas y las tasas de esterilidad, las diversas clases de cáncer, la alteración hormonal y los desórdenes del sistema inmunológico humano, ¿debemos prestarle atención a las señales de advertencia ofrecidas por las aves, o continuaremos pagando los altísimos costos ambientales y sociales del uso impune de los pesticidas? Las siguientes son unas cuantas ideas y cifras para tener en cuenta. Los beneficios de los pesticidas se citan con frecuencia en términos de su contribución a la producción alimenticia mundial y, sin embargo, se estima que si dejaran de usarse pesticidas las cosechas perdidas por causa de las plagas aumentaría sólo en un 10%. Entre 1945 y 1989, el uso de pesticidas en los Estados Unidos aumentó casi diez veces y, sin embargo, las cosechas perdidas se duplicaron del 7% al 14%. Téngase en cuenta también que todos nosotros, en todo lugar, estamos expuestos a ciertos residuos de pesticidas en los alimentos, el agua y la atmósfera. Anualmente, quienes residen en los Estados Unidos consumen aproximadamente 2 mil millones de libras de productos importados contaminados con pesticidas.

El científico Paul Ehrlich ha comparado los pesticidas con la heroína ya que prometen el paraíso y lo que ofrecen es la adicción. El uso de pesticidas conduce a la dependencia por matar no sólo las plagas a las que están dirigidos, sino también a los depredadores y a los parásitos de dichas plagas, así como por generar resistencia en las plagas. La destrucción de enemigos naturales y la mayor resistencia se combaten con aplicaciones más fuertes y más frecuentes, por lo tanto, mantienen el hábito del pesticida e incrementan los costos para mantenerlo.

Las abejas productoras de miel así como las silvestres se encuentran entre las víctimas de envenenamiento por pesticidas y sus cifras están en descenso, un hecho que está adquiriendo cada vez más atención dada su importancia económica, ecológica y agrícola como polinizadores. Con algo tan fundamental como las aves y las abejas en peligro, ¿no debería importarnos a todos?

Si usted desea ayudar a reducir la contaminación global y sus costos, las siguientes son algunas sugerencias:

  • edúquese y eduque a otros acerca de los efectos de los pesticidas y los métodos alternativos para controlar las plagas,
  • adquiera productos cultivados sin pesti-cidas y respalde a las organizaciones que trabajan para reducir la dependencia de los pesticidas.

Para obtener información adicional:

  • Northwest Coalition for Alternatives to Pesticides, PO Box 1393, Eugene, OR 97440; (541) 344-5044
  • Pesticide Action Network, 116 New Montgomery, Suite #810, San Francis-co, CA 94105; (415) 541-9140; http://www.panna.org/panna
  • Rachel Carson Council, 8940 Jones Mill Road, Chevy Chase, MD 20815; (301) 652-1877; http://members.aol.com/rccouncil/ourpage/rcc_page.htm

Lecturas adicionales:

Gard, N. and M. Hooper, An Assess-ment of Potential Hazards of Pesticides and Environmental Contaminants, pp 294-310, in Martin, T. and D. Finch (eds), Ecology and Management of Neotropical Migratory Birds, 1995. Oxford Univ. Press.

Pimentel, D. et al, Environmental and Economic Costs of Pesticide Use, Bioscience, Vol 42, No.10, November 1992.

Stinson, E. and P. Bromely, Pesticides and Wildlife: A Guide to Reducing Im-pacts on Animals and Their Habitat, Virginia Dept. of Game and Inland Fisheries, Publication # 420-004, 1991.

Williams, T., Silent Scourge, pp 28-35, Audubon, Jan-Feb 1997.